Manoel de Oliveira falleció el 2 de abril poniendo fin a una exquisita y atípica filmografía que desarrolló hasta los 106 años
Debe resultar paradójico para un artista que tras 50 años de dedicación empiecen a llover los galardones, coincidiendo aquellos que destacan toda la trayectoria con los que premian las nuevas producciones. Esta singular experiencia la vivió el genial realizador portugués Manoel de Oliveira, que falleció el pasado 2 abril a los 106 años. En 1981 obtuvo el Premio Especial Interfilm del Festival Internacional de Cine de Berlín por el conjunto de su obra, siendo este la puerta de entrada de sus largometrajes en las pugnas por los trofeos en los festivales más prestigiosos. Uno de los últimos certámenes en el que estuvo presente una película de Oliveira, la obra colectiva Centro Histórico (2012), fue la I Edición de los Premios PLATINO del Cine Iberoamericano.
El realizador, natural de Oporto, inició su trayectoria con cortos documentales mudos en la década de los años 30. Su primer largometraje Aniki Bóbó (1942), que narraba las desventuras de Carlitos al entrar en una banda de pequeños maleantes, fracasó en taquilla. Esto provocó un paréntesis en su filmografía que finalizó en los años 50. Durante las dos siguientes décadas debido a las apreturas económicas regresó al formato documental.
Ya en la década de los 70 adaptaría obras literarias como la novela O pasado e o presente (1972), de Vicente Sanches, o la obra teatral Benilde ou a Virgem-Mãe (1975), de José Régio. Con el respaldo del productor Paulo Branco inició su etapa más prolífica y laureada. Cosechó su primer galardón en Venecia por Le soulier de satin (1985), convirtiéndose la muestra italiana en una de sus plazas talismán, en la que en años posteriores obtendría cuatro distinciones más.
Cannes fue otra de las muestras donde eran muy apreciados sus largometrajes. Recogió en dos ocasiones el Premio FIPRESCI, una de ellas por Viagem ao principio do mundo (1997). También alcanzó el Premio del Jurado por La lettre (1999) y optó en varias ediciones a la Palma de Oro, como con Os canibais (1988), uno de sus títulos más celebrados.
Con 82 años aceleró su ritmo su ritmo de creación y de 1990 a 2010, estrenó una película por año. En esta etapa se sitúan A Divina Comédia (1991), O Convento (1995) o Singularidades de uma Rapariga Loura (2009). Mientras mantenía este frenético compás de rodajes, recogía premios honoríficos en Venecia, Tokyo, Montreal, Locarno, Mar del Plata, Berlín o Cannes, entre otros. Como broche final a una vida entregada al séptimo arte, Manoel de Oliveira celebró sus 106 años en una sala de cine donde se proyectó uno de sus últimos cortometrajes, O velho do restelo (2012).
Manoel Candido Pinto de Oliveira (1908-2015) D.E.P.